Cacao de Madagascar
Nuestro cacao de Madagascar: el alma de la isla
Nuestro cacao de Madagascar es un cacao con alma, una invitación a experimentar la autenticidad y la conexión. Representa una actitud consciente hacia lo que consumimos, cómo tratamos nuestro cuerpo y cómo nos relacionamos con la naturaleza. Cada taza habla del anhelo de significado, y de que el disfrute y la responsabilidad pueden ir de la mano. Aquí no sólo saboreas cacao. Sientes una conexión: con la tierra de Madagascar, con las personas que la acompañan con dedicación... y quizá también un poco más contigo mismo.
Para hacer más tangible el origen especial y la profundidad de nuestro cacao de Madagascar, acompañamos nuestro viaje a la plantación con la cámara. Este cortometraje te lleva a donde empieza todo: a los bosques tropicales de Madagascar, a la población local, a la tierra, a los árboles de cacao. EDescubre con nosotros por qué este cacao es mucho más que un alimento de lujo.
Una isla, un ritmo, un caldo de cultivo
En la húmeda luz matinal del valle de Sambirano, las hojas de los árboles de cacao se abren como pequeños parasoles. Crecen a la sombra de viejos árboles gigantes, junto a plataneros y mangos, en medio de un sistema agroforestal que se autoabastece: salvaje, denso, vivo.
Sólo una fracción de la cosecha mundial de cacao procede de aquí: apenas 0,1 %. Por eso este origen es uno de los más preciados del mundo. ¿Qué lo hace tan especial? No la masa. Ni la velocidad. Sino la profundidad y el cuidado.
Las judías llevan las huellas de sus orígenes: el suelo húmedo, el viento salado, el fino equilibrio entre la lluvia y la luz. Crecen en cultivo mixto, sin aditivos químicos, al ritmo natural de las estaciones. Recolectadas con cuidado, tostadas y fermentadas con delicadeza: sin prisas, con estilo.
Avanzar juntos - en colaboración con una cooperativa de agricultores
Para nuestro cacao de Madagascar, trabajamos con una cooperativa especial: CPCS, una asociación de pequeños agricultores que cultivan su cacao en sistemas agroforestales similares a los bosques, al ritmo de la naturaleza, no contra ella. Sin pesticidas, sin intervenciones artificiales. En su lugar, con experiencia, atención y un profundo conocimiento del suelo, el clima y los ciclos.
Sus gentes combinan la tradición con el nuevo movimiento. Este camino va acompañado de una estrecha colaboración basada en la confianza más que en el control. Mediante el aprendizaje compartido, la transmisión de conocimientos, los precios justos y la convicción de que la calidad es algo más que una etiqueta: es una relación viva entre las personas, el paisaje y el producto.
Vamos a donde crece nuestro cacao
No sólo conocemos el origen de nuestro cacao, sino que estamos en contacto con las personas que lo producen. Porque creemos que los contactos no se hacen en la oficina, sino in situ. Los encuentros se convierten en relaciones. Y de las relaciones nace la confianza.
Nuestro cacao no procede de una logística de almacén anónima, sino directamente de quienes lo cuidan. Sin rodeos. Sin intermediarios. Porque la justicia no es un sello de aprobación, sino una auténtica forma de cooperación. Lo que nos llevamos con nosotros es algo más que un producto: es la responsabilidad de seguir trabajando con lo que empieza con tanto cuidado. Y de transmitirlo con este espíritu: honestamente, conscientemente, a la altura de los ojos.
Esta actitud es uno de nuestros mayores principios rectores: Agradecimiento. Por las manos que trabajan la tierra. Por el conocimiento que se ha transmitido de generación en generación. Por una planta que no quiere ser explotada, sino comprendida. No vemos el cacao como una materia prima, sino como un regalo. Y queremos tratarlo con la actitud que se merece: con aprecio, atención y un profundo sentimiento de gratitud.
De la planta a tu taza
Nuestro cacao se procesa íntegramente en Madagascar, desde el cultivo y la recolección hasta el tostado, la fermentación, el secado y la transformación.
Las habas permanecen en su país de origen y allí se transforman con sumo cuidado en 100 % de masa de cacao pura, no desaceitada, que incluye toda su manteca de cacao, todos sus micronutrientes y el poder vegetal original.
El resultado es un producto que no sólo es sabroso, sino que también refuerza la creación de valor local y demuestra lo que es posible cuando el origen no se separa de la transformación, sino que ambos van de la mano.
Un cacao que se queda en casa desde el primer hasta el último paso, y sin embargo te llega al corazón.
El sabor de Madagascar
Nuestro cacao de Madagascar despliega un sabor finamente equilibrado: vivo, complejo y suave al mismo tiempo. Resuenan matices afrutados de bayas rojas y cítricos, acompañados de una delicada acidez natural.
Tiene un efecto despertador y a la vez enraizante. La combinación de teobromina, antioxidantes y el poder natural del cacao puede revitalizar los sentidos, abrir el corazón y ayudarte a encontrar de nuevo tu yo interior.
Un cacao que aporta ligereza y profundidad. Ideal para fases creativas, para mañanas conscientes, para rituales en los que se requiere claridad, suavidad y conexión.